sábado, 23 de abril de 2011

Padres Entregados a la Circunstancias

“Antes de casarme tenía seis teorías sobre el modo de educar a los niños. Ahora tengo seis hijos y ninguna teoría.”John Wilmot

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Es inocente pensar que toda época anterior era mejor y que el tiempo es el culpable de todos los cambios que experimentamos. Sin embargo, es indudable que nuestros padres mostraban más fuerza, paciencia y ganas de criar que nosotros, los padres actuales. La vida de hoy en día nos roba muchas más energías, todo va más rápido y las tendencias, modas y estilos nos atropellan en pleno tiempo de la información global.

Hace 30 años, una madre o un padre, solteros o no, se dedicaban de cuerpo y alma a ocuparse de la educación y crianza de los hijos, los conocían de cabo y rabo, sabían cuándo mentían, cuándo les preocupaba algo, cuándo iba bien o mal en la escuela, cuándo le gustaba o no la maestra, en fin, eran madres y padres profesionales. No había excusa alguna, nuestros padres nos adivinaban el pensamiento y no dejaban rendija alguna para las dudas o malos entendidos. Y si bien nunca ha habido institución universitaria alguna que permita a los padres aprender a serlo, antes era cuestión más de interés y ganas que de conocimiento.

Hoy en día, los padres deben trabajar cada minuto de su día, y muchos hasta los minutos restantes de la noche, por lo cual una tarea enviada a casa desde la escuela implica dejar sobre el cuaderno del niño la última neurona que queda luego de un largo día de trabajo. Sólo la adrenalina produce un último aliento para enviarle una nota al maestro quejándose por las dos páginas de tarea que el niño, a su tan corta edad, debe desarrollar sin clemencia.

En mi época de niño, las quejas que iban al colegio tenían que ver con lo cortas y poco retadoras que eran las tareas, mi madre quería siempre sacar lo mejor de mí. Hoy la tendencia es a hacer desaparecer la horrorosa pretensión de hacer que un estudiante realice alguna actividad de refuerzo en casa.

Mi madre sabía cuando me había metido en algún lío dentro o fuera de la escuela con sólo verme a la cara, ahora la frase que más debe escuchar un docente es “mi hijo es incapaz de hacer lo que usted dice”, con cara de atónitos incluida, como si el niño en cuestión fuera un total desconocido; y lo peor es que este enunciado es lanzado de manera descarada ante pruebas irrefutables de alguna fechoría cometida. Luego, una vez que el padre o madre ceden ante lo indefendible, se condimenta el comentario anterior con otra línea igual o peor “Y si fue él, entonces hay que averiguar qué o quién lo llevó a eso”, lo cual pareciera dotar de inmunidad al niño frente a su travesura. Después de hacer gala de un sinfín de teorías pedagógicas de moda, intentos de medicamentos que regulan el comportamiento y hasta excusas risibles, llegamos por fin a la conclusión, luego de unas cuantas horas y reuniones, lo que necesita el niño es guía, responsabilidad, asunción de sus errores y herramientas para superarlos, elementos tan ausentes como sus padres.

No es discutible el cansancio o las diferentes motivaciones que tengamos para llegar a la casa, colgar las llaves, darnos un baño, comer y lanzarnos en una cama como una piedra, sin embargo cada momento de la historia exige sacrificios diferentes, y si queremos que haya precisamente alguna historia futura, debemos tener en claro la responsabilidad que asumimos al concebir un hijo, por lo que se hace necesario ayudarlo con la tarea, guiarlo, conocerlo y darle el tiempo y las herramientas que necesita para poder sobrevivir cuando nosotros no estemos.

Lic. Javier Gómez

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